El sueño de ser Guardia Civil
Una esposa de un Guardia Civil relata los desafíos de vivir separados y luego reunidos en una zona de alta tensión, destacando el orgullo por los logros de su esposo, especialmente en la desarticulación del Comando Vizcaya en 2008, y la necesidad de proteger a su familia con medidas de autoprotección y mentiras.
Soy esposa de Guardia Civil, de uno muy especial, el más especial para mí. Y no sólo por ser mi compañero de viaje, sino también por su esfuerzo y constancia en la lucha por alcanzar su sueño de ser guardia civil, y hacerlo estando casado y con un hijo de dos años.
Esos largos periodos de tiempo separados, que ya habían formado parte de nuestra vida con anterioridad durante su carrera militar participando en misiones en el extranjero, no acabaron finalizada su estancia en la academia, prolongándose durante su año de prácticas. Y, tras el periodo de prácticas, el destino escogido nos mantendría separados. Vizcaya. Una vez más, las distancias, la separación, y, esta vez, además la tensión derivada de su zona de destino, y su cometido.
Con nuestro segundo hijo, decidimos trasladarnos a vivir junto a él. Cualquier persona, y más si está sometida a prolongados niveles de tensión extrema, necesita tener cerca a sus seres queridos, refugiarse en su familia, disfrutar de ver crecer a sus hijos.
Tras esta decisión, una nueva etapa comienza para mí, y para nuestra familia. Una nueva etapa rn la que me veo obligada a mentir, y desconfiar permanentemente. Yo, que soy optimista, sociable, charlatana. Una nueva etapa en la que debemos enseñar a nuestro hijo de y años a mentir, todo lo contrario a lo que le habíamos enseñado antes, intentando hacerle entender el por qué de la necesidad de mentir ahora (para mantener la seguridad de todos nosotros).
Crearnos una nueva vida y conseguir esquivar conversaciones comprometidas, con naturalidad, sin disponer de una guía que seguir ni recibir apoyo, no fue sencillo. Nada es fácil cuando lo que está en juego es tu vida, la vida de quienes más quieres. Mi optimismo natural y buen carácter, sin duda, me ayudo a superarlo. Lo que no evitó momentos de tensión, que los hubo. A pesar de todas las medidas de autoprotección.
Por todo lo vivido allí, siempre será el más especial para mí. Por cada logro alcanzado allí, que siempre tendré presente. Por cada momento de éxito, grandes titulares de noticias que pasaron a la indiferencia o al olvido, pero que yo siempre llevaré en mi memoria. Como su orgullo y esa mirada de satisfacción tras la desarticulación del Comando Vizcaya, en julio de 2008, tras el esfuerzo tiránico de un equipo humano comprometido que, con gran trabajo y dedicación absoluta, consiguieron llevar ante la Justicia a terroristas, hacerles responder por sus crímenes, y, lo más importante, evitar que cometiesen nuevos atentados, salvando, de esta manera, vidas. Atentados frustrados en los que incluso pudieran haber fallecido o resultado heridos allegados de quienes hoy, como ayer, les gritan "fuera de aquí".
¿Cómo no iba a ser para mí el más especial? Por siempre. Para siempre.