Del Terror de ETA a la Incertidumbre del Referéndum

De niña viví el terror de ETA, y ahora, casada con un guardia civil, enfrento los fantasmas del pasado junto a la inseguridad presente. Como esposa de guardia civil en Cataluña, veo cómo son cada vez más desamparados y presionados, lidiando con la soledad y la incertidumbre.

Anónimo

8/6/20241 min leer

Guardias del GAR registran a sospechosos durante operativos contra ETA.
Guardias del GAR registran a sospechosos durante operativos contra ETA.

De niña viví el infierno de ETA, organización terrorista cuya condena cada vez ocupa menos memoria, mientras quienes siempre han justificado su pasado criminal persisten en blanquearlo, si no borrarlo.

Entre mis recuerdos de infancia están las cosas de mi padre. Verle salir de casa el primero, y mirar bajo el coche. No poder hacer el mismo recorrido todos los días. Ocultar en la escuela la profesión de mi padre. Vivir con miedo, con inseguridad.

Si algo tenía claro de niña era que, cuando fuera mayor, nunca me casaría con alguien que perteneciera a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Y aquí estoy, casada con un guardia civil. Si bien nuestro día a día es ciertamente diferente al de mi infancia, hay fantasmas del pasado que se resisten a desaparecer, coincidiendo, por momentos, con miedos, inseguridades e incertidumbres del presente.

Como catalana, he perdido no pocas “amistades” por ser esposa de guardia civil. Manteniendo esa cautela, ya familiar, a la hora de confiar la profesión de mi marido. Viendo cómo cada día están más solos y abandonados, más indefensos y desamparados, menos respaldados en sus actuaciones, sin medios ni recursos. Como meros peones que poder sacrificar. Y con la incertidumbre de no saber qué va a pasar en nuestro presente inmediato, una vez iniciado el camino de la expulsión de la Guardia Civil de Cataluña.

Hay quienes no les quieren aquí, y exigen, y consiguen, el vaciado de sus competencias, competencias que son cedidas a los Mossos. Vacantes que no se cubren. Reestructuración de servicios para asumir el trabajo cada vez entre menos agentes. Más comisiones de servicio. Más indefinición. Más presión. Más tensión. Más ansiedad. Y sin poder desconectar cuando llegan a casa, cada vez arrastrando una mochila más pesada. Porque hay quienes olvidan que, bajo los uniformes, hay personas, no peones. Personas, no estadísticas. Personas, con sentimientos, necesidades, y sobrecargados.