Cuando el Deber se Convierte en Riesgo

Un día de patrullaje rutinario se convirtió en una experiencia aterradora cuando mi marido, guardia civil, fue atacado por un sospechoso que afirmó tener SIDA. Aunque el resultado de las pruebas fue negativo, el incidente resaltó la valentía y el sacrificio diario que implica su profesión, dejándonos una profunda marca emocional.

Noelia Cano

8/4/20242 min leer

Guardia civil revisando documentación y un arma durante una inspección.
Guardia civil revisando documentación y un arma durante una inspección.

El día empezó como otro cualquiera. Mi marido, guardia civil, salió temprano de casa, preparado para un día más de patrullaje. Pero no sería un día cualquiera. Ese día se enfrentaría a una de las experiencias más aterradoras de su carrera, y de nuestras vidas.

Durante una de sus rondas, recibió una llamada por una incidencia. Un hombre se había ido de un bar sin pagar.

Una vez en el lugar de los hechos, mi marido y su compañero procedieron a identificar al sospechoso, y le requirieron que volviera al bar y pagara su deuda. Pero se negó y, en un arranque violento, intentó golpear a mi marido. En el forcejeo, el sospechoso le mordió una mano, y entonces se escuchó: “tengo el SIDA y te lo voy a pegar”.

Todavía recuerdo esas palabras resonando en mi cabeza, y el miedo paralizando mi cuerpo. Pensar en las posibles consecuencias de aquel mordisco para su salud, para nuestra familia, fue abrumador. Y aunque sabía que los riesgos de contagios son bajos, el miedo no atiende a razones ni a estadísticas. La posibilidad de perder a mi marido o de enfrentar una grave enfermedad resultaba aterradora. Simplemente aterradora.

Las horas siguientes fueron de una incertidumbre insoportable. Trasladado al hospital de inmediato, le realizaron las pruebas y le administraron tratamiento post - exposición. El protocolo preventivo seguido también había sido adecuado. Tocaba esperar el resultado de las pruebas. Y la espera fue angustiante.

Afortunadamente, los resultados de las pruebas fueron negativos. Mi marido no había contraído el SIDA. Pero la experiencia dejó una marca profunda en nosotros. Aprendí a mirarle con otros ojos, y a valorar aún más su valentía y dedicación, así como a reconocer el enorme sacrificio que implica no sólo para él, sino también para toda la familia, ser guardia civil.

Cada día es una muestra de su compromiso y entrega, y su bien el miedo siempre estará presente, es mucho mayor el orgullo que siento al tener a mi lado a un hombre bueno y leal que, a pesar de los peligros inherentes a su profesión de riesgo, se levanta cada día con la determinación de proteger y garantizar la seguridad de los demás.